UN MUNDIAL PARA OLVIDAR QUE YO RECORDARE SIEMPRE

     Hemos regresado muy tristes. En nuestras conversaciones hablábamos de decepción, como también decían los periodistas españoles. Yo más bien hablaría de una gran desilusión. porque ilusión traíamos para dar y vender, y la tristeza la llevábamos marcada en los rostros tras el partido ante Chile, tras la segunda derrota en apenas 4 días.

     Sin embargo la experiencia ha sido única. el disfrute visual, los días pasados con la gente que me acompañaba, ha sido maravillosa e irrepetible. Porque, derrotas al margen, he estado viendo jugar a los míos, los he visto en un Mundial y en Brasil, y para acabar de disfrutarlo, he estado en Maracaná, lo cual siempre había sido un sueño.


     ¿Cómo expresar la sensación que te recorre el cuerpo cuando entras en ese estadio mítico? Sobre todo cuando todavía llevas la sonrisa puesta, esperanzada en conseguir la victoria ante Chile que-piensas- va a llevarnos a la segunda fase.

     A la entrada hay una zona, como una inmensa explanada de más de 100 metros de larga, y los recorres antes de llegar a las escaleras que van a conducirte a "la gloria". Lentamente recorriamos el camino, mirando los puestos de "merchandising", el McDonalds, los puestos de bebidas.


     Una coca cola me costó 12 reales(4 euros al cambio). Todo muy caro pero el calor te obligaba a beber, y te impiden traer comida y bebida de fuera. Con la coca cola(o lo que quedaba) en la mano, llegamos a unas puertas negras, giratorias, y ¡oh sorpresa! has de beberte lo que lleves alli mismo porque no puedes traspasar la puerta con bebida en la mano. Y en cuanto traspasas la puerta te encuentras otros puestos para volver(si quieres) a gastarte 12 reales más en otra bebida, a la salud de FIFA.

     Y llegas a la entrada del estadio que es impresionante. He de confesar que se me escapó alguna lagrimilla. Los pelos de punta. Llevé, como siempre(y pude colarlas sin que nadie dijera nada) mis castañuelas, para tocarlas le pese a quien le pese.

     Al resto de españoles les confiscaron trompetas, tambores y demás "armas de guerra". De hecho, a Manolo el del bombo ni se le oyó. Los voluntarios, que no solo en Maracaná, sino en cualquier parte, con la sonrisa dibujada siempre en el rostro te ayudaban a localizar el asiento, aunque a veces había que rodear medio estadio para ello.

     Pues en Maracaná entré muy pronto, como me gusta hacer cuando tengo tiempo. Cuando (lo ´se, puede parecer una tontería) parece que el estadio te hable, cuando parece que lo escuchas, y de la misma manera en la que pienso acudir este año a mi estadio, al Nou Camp.

     Me sorprendió, en cierto modo, la forma en la que los aficionados brasileños insultaban a los nuestros, en particular cuando le decían "filho viado" a Diego Costa. Les pregunté a alguno de ellos por qué tanta manía a Costa y sin embargo a los nacionalizados que llevaba Italia, tan brasileños como Costa, no y la respuesta era que "Costa se habia marchado con la campeona del Mundo"

     Y los que más se esforzaron en consolarnos, los que más nos animaban a recuperar la ilusión fueron los argentinos. Nos decían que querían vernos pasar rondas y que les dolió nuestra eliminación a pesar de ser rivales.

     Me quedo con el recuerdo de Ipanema y Copacabana, las playas abarrotadas, camisetas de los países participantes en un espectáculo multicolor y bello. El peligro de los chiringuitos que anunciaban un precio y querían cobrarte más. Me llevo tanto recuerdo que es imposible sintetizarlos todos en un artículo.




     Podría decir, como resumen,
 que haber viajado a Brasil, a ver a mi España, a ver a "La Roja" ha sido increíble, solo que he visto a una "roja" sin alma, desnuda y vacía. Los goles de Chile, con cuyos seguidores discutíamos sanamente sobre la titularidad de ese apodo, "nosotros somos la auténtica roja" nos decían en el hotel, nos dejaron fuera, e impregnaron de tristeza nuestra vuelta al albergue  donde nuestros rivales iban a festejar el pase a la siguiente ronda y nosotros compartiríamos después unas caipirinhas como despedida.

     Y entonamos nuestro grito: "No sin mi roja, contigo hasta el final" que rezaba nuestra bandera. Y gritamos desde el corazón porque vamos a levantarnos, porque volveremos a estar ahi, en lo más alto.

     Y si tuviera delante a Del Bosque le diría que no me gustaría que se marchara, le recordaría lo mismo que él le susurró a Puyol, a nuestro capitán en aquel 2010 que hoy parece lejano, aquel verano en el que fuimos campeones del mundo, y despacio, casi sin que nadie nos oyera le diria:

    " Vicente, ahora no te puedes ir "


NIEVES CALATAYUD