A Jordi le
había quedado claro desde niño que los Reyes Magos no eran de fiar.
En su primera carta pidió muchas cosas, se acostó pronto, le dijo a su hermano
Àngel que les iban a
traer muchos regalos ante la cara de incredulidad de éste, y por
la mañana junto a un
árbol de plástico había un jersey azul y unas zapatillas de deporte sin marca.
-Jo volia una pilota amb l’escut del
Barça i no pas un jersei i unes sabatilles del col.legi
El año
siguiente fue peor. Tal vez porque lo
veían ir al colegio con una
mochila
vieja y alguien se
lo dijo a Baltasar, o realmente porque los Reyes
lo ven todo, le trajeron
una nueva, pero ni siquiera con el escudo del Barça como él quería, sino con un personaje
de una serie de dibujos que el año anterior le había gustado.
Una tarde, escuchó
a su padre hablando con un amigo. Le
decía que odiaba las fiestas de Navidad desde la muerte de Àngela, precisamente en esos días
en los que todos se deseaban feliz Año Nuevo, y que desde entonces ningún año, ni nuevo ni viejo había vuelto a ser feliz, y
que no le apetecía ni ir de compras con los niños, ni siquiera ayudarles con la carta.
Jordi se fue
a su cuarto llorando, y no pudo oir cómo
su padre decía que adoraba
a sus hijos, que
se sentía culpable, que desde el accidente en el que su mujer murió
no tenía
fuerzas para seguir viviendo, que no podía trabajar y que con su pensión de
invalidez no
podía permitirse ningún lujo y sobre todo que se
sentía un padre horrible, aunque también le confesó que hacía cuatro meses que
no probaba el alcohol.
Que sabía
que Jordi jugaba bastante bien al fútbol, pero que era imposible pagarle un campus para
que aprendiera en verano y reconoció que le daba vergüenza mendigarle al concejal para que lo
admitiera en la escuela deportiva sin pagar los gastos.
Aquella
tarde, su padre, cuando Jordi no lo podía escuchar, le contó a ese viejo
amigo(el
único que le quedaba) que de niño a él la fiesta de Reyes (allí en su
Almendralejo
natal) le encantaba.
Que sus padres preparaban unos días antes de Navidad un
Belén, modesto pero entrañable, que cada día él y sus hermanos avanzaban aquellas
figuritas de los reyes hasta que el día 5 se quedaban en el mismo Portal de Belén, y que
esa noche preparaban turrón y unas copitas de licor para los reyes y pajes , y sobre todo, un cubo de agua para los camellos, y que él, cuando Àngel
tenía 4 años, también lo hizo, y que sonrió
cuando su hijo preguntó que cómo iban a
subir al cuarto piso los camellos si no tenían ascensor.
Pero de todo
esto, Jordi no sabía nada. Porque él no recordaba ninguna Navidad feliz, ningún regalo,
ninguna fiesta, solo tristeza y malas caras.A veces, su
tío Gerard les compraba el “Tió” el 8 de Diciembre, y les recordaba que había que alimentarlo y solía acompañarles a la cabalgata de Reyes .
Este año
Jordi quería una camiseta de Piqué, aunque sabía que no le traerían
nada de lo que pidiera. Aún
así fue con su tío a unos grandes almacenes y se acercó a darle la carta al paje que había en la puerta, se sentó a su
lado y se lo contó todo: que su papá lloraba mucho en
estas fiestas, que nunca le traían nada salvo ropa, que su papá no podía trabajar
desde el accidente cuando su mamá se fue al cielo, que la echaba de menos, y que él , que
era del Barça, y que se portaba bien quería una camiseta, si pudiera ser, la de Piqué, y que cada noche, al
rezarle a los 4 angelitos de su cama,
también les pedía que su padre fuera feliz, que
volviera a quererles, que sonriera de vez en cuando, y si podía ser, que los Reyes le
hicieran caso alguna vez.
Le contó al
paje que le encantaba jugar al fútbol de defensa, y que en el pueblo
había una
escuela para los pequeños pero que su papá no tenía dinero y no podía comprarle la camiseta
ni las botas, ni nada porque su papá no trabajaba.
A veces, los
mensajes que les enviamos a los ángeles les llegan, aunque sea a través de un tercero. Y en esta ocasión el mensaje de
Jordi llegó gracias a Roberto, un empleado de
Telefónica que cada año desde hacía
tiempo, se disfrazaba de paje durante 3
días y con los 200 euros que cobraba, intentaba hacer feliz a dos niños de entre aquellos que le entregaban las cartas comprándoles
los regalos que ellos nunca hubieran
recibido. Averiguaba el domicilio preguntándoles el teléfono y luego se las arreglaba
para ir a su casa y ponerse de acuerdo con un vecino o fingir una avería del teléfono o
una revisión. Y a veces, coincide que uno de esos ángeles, es
amigo de
alguien, que conoce a un tipo y ……
Habían
pasado 11 años. Jordi nunca olvidó aquella noche de Reyes del 2014. Cuando por la
mañana, casi sin ánimo se levantó y vio a su hermano con cara de sorpresa, con aquella caja grande con un lazo enorme con su
nombre. Y aun hoy sonreía al verse de nuevo abriendo
aquella caja,enredándose con el lazo y sus lágrimas cuando vio lacamiseta de
Piqué, firmada por el jugador. Y cómo lloró
de alegría cuando Ángel,ante la sonrisa
cómplice de su padre le leía: vale por
uncursillo en el campus que el F.C.Barcelona
realizará en la localidad de Barcelona entre los días ….
Pasaron años
antes de llegar a conocer a aquella persona, , y le contó que era amigo del amigo de un amigo de…Piqué, esas cosas que a
veces montan los ángeles desde elcielo para
que las cosas salgan como deben y a las que nosotros, como no somoscapaces de
entenderlas, las llamamos casualidades.
Hacía
escasamente un mes que le dieron la triste noticia. Su amigo, el empleado de Telefónica,
el paje de las Navidades, el que le
compró aquella camiseta y consiguió que Piqué le
pagara el cursillo, ya no estaba con
nosotros. Una cruel enfermedad se lo había
llevado. No dejaba familia pero había dejado un reguero de cariño, en muchos de los
casos un cariño anónimo, de quien ha dado tanto sin esperar nada.
Ahora, acabando
2025, con 17 años recién cumplidos, subía las escaleras
escuchando
los acordes del himno del Barça:Tot el camp …. Som la gent balugrana… y el público
que gritaba “a capela” el BARÇA, BARÇA, BAAAAAARÇA.
El míster se
acercó y le dijo al oído: Jordi, tranquil.
Ho farás molt bé. Gaudeix del partit.
T’ho mereixes, i ho saps. Vinga.
Al acabar
un periodista le preguntó a quién había dedicado su primer gol en el Barça cuando levantó los
brazos al cielo, cuando señaló con su dedo hacia arriba, y Jordi no dudó:
-Se lo he
dedicado a mi madre, a quien apenas pude conocer, y a un ángel, que desde allí arriba me vigila, un ángel que movió los
hilos para que yo estuviera aquí.
El periodista
no sabía de quién hablaba y Jordi tampoco quería dar demasiadas explicaciones, quería
volver a casa y no le apetecía que lo vieran llorando en su debut.
En el estadi, su padre también lloraba, y una mujer a su
lado le agarraba de la mano.
A su
izquierda Àngel y Mercè, su novia, se abrazaban sonrientes.
Lo
esperarían a la salida. Había que celebrar el debut con el primer equipo,
cenarían los 5 en un
pequeño restaurante de l’Eixample.
Y al llegar
a casa querían volver, un año más, a montar el Belén como en el pueblo.
Y no se les
podía olvidar escribir las cartas. Ya
era casi Navidad.